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Cultura de Colombia

Manifestaciones artísticas y culturales Colombianas

Carlos Rendon

colombiapais

Prestigiosas publicaciones, como Forbes y Nat -Geo Traveler, incluyeron al país en el puesto seis dentro de la lista de los diez mejores destinos recomendados para viajar, al catalogar a Colombia como uno de los más completos en su oferta turística, ya que cuenta con ‘costas vírgenes en el Caribe, representativas calles coloniales en Cartagena, la selva amazónica, siete lugares del Patrimonio Mundial de la Unesco y una agitada capital".

Además del turismo ecológico y de recursos naturales, estos medios extranjeros destacan el turismo de lujo en las pincipales ciudades del país, con productos y servicios de altos estándares en hotelería, comercio y gastronomía que atraen a los viajeros de este nicho.

Precisamente, en la industria gastronómica, afamados chefs y restaurantes han creado toda una cultura alrededor de la buena mesa y han convertido sus establecimientos en verdaderos íconos turísticos.

Casi todos los viajeros manifiestan la misma reacción con respecto a Colombia: "¡Qué agradable es la gente!".

Y es verdad. Los colombianos se cuentan entre las personas más cariñosas, amables sin fingimiento y sinceras que uno puede encontrarse en América del Sur. Pese a las persistentes amenazas de guerra civil, pese a todas las penurias que hayan de soportar, su buen humor y su naturaleza afable pueden más que todo.

Sociedad Colombiana

La geografía de Colombia montañas y mar ha influido decisivamente en el carácter nacional. Colombia es ante todo un país andino, y la mayoría de la gente vive en las ciudades montañosas de Bogotá, Medellín y Cali, donde se trabaja de firme. Las infraestructuras son aquí excelentes; las carreteras, buenas; y el agua, por lo general, potable (lo cual, por cierto, llena de orgullo a la población). Aislada durante largo tiempo del resto del continente, esta zona es el centro de la cultura colombiana.



La costa bañada por el mar Caribe, por el contrario, lleva siglos en contacto permanente con el resto de la cuenca caribeña, y su cultura presenta más afinidades con la de las vecinas Venezuela, Cuba y República Dominicana. La vida transcurre con lentitud y languidez, sin duda como consecuencia del sofocante calor. Los costeños (los habitantes de las costas del caribe y del pacífico) se comportan de modo relajado, tranquilo y despreocupado, y hablan un español emparentado con el que suena en todas las Antillas. Los alimentos que más se consumen en la costa son los pescados y los plátanos, no el arroz y la carne, y a diferencia de las ciudades de montaña, las carreteras se encuentran en condiciones deficientes y el agua nunca es potable.

Pese a todas las diferencias, la rivalidad entre ambas regiones es cordial, y en una sala de fiestas, con una botella de aguardiente en la mesa y la salsa y el reggaetón ahogando cualquier atisbo de conversación, costaría trabajo distinguir a los costeños de las gentes del interior.

Forma de Vida

Aunque Colombia se está convirtiendo en una nación cada vez más urbana, los colombianos continúan viviendo con arraigo a sus tradiciones. El propósito de la vida no es enriquecerse, sino vivir. Los colombianos están ligados entre sí por poderosos vínculos familiares, y no solo con sus parientes consanguíneos, sino con todos los miembros de la familia en su más amplia extensión; no hay nada más importante que la familia. Aunque en teoría Colombia es un país católico, solo un pequeño porcentaje de la población asiste a misa, lo que no impide que los colombianos sigan siendo un pueblo profundamente espiritual.

Aquí la gente se rige por el tiempo colombiano, que no es solo falta de puntualidad, sino también algo muy indicativo del estado de ánimo del País. Si alguien acude tarde a una cita, no hay por qué ofenderse; más bien se trata de la constatación de que hay pocas cosas por las que merezca la pena apresurarse, y de que todo acabará por arreglarse de un modo u otro.

La primera división cultural que se advierte en Colombia es la que separa las montañas del centro de la costa caribeña; la segunda, y quizá más fundamental, la brecha abierta entre las ciudades y el campo. Y donde tal divergencia se hace más patente es en la guerra contra la producción de cocaína; una guerra promovida por políticos de ciudad, que sienten poca comprensión por los campesinos que cultivan hoja de coca únicamente porque son pobres; y lo cierto es que para los campesinos el cultivo de la coca resulta rentable, adecuado para la región y muy demandado. Esta guerra la están ganando los políticos de ciudad, y a los campesinos involucrados en el conflicto (tanto inocentes como culpables) se les está expulsando de sus tierras. Algunos se trasladan a las urbes, aunque muchos otros han cruzado la frontera hasta Ecuador buscando refugio. Según la ACNUR, hasta medio millón de refugiados colombianos viven en los países vecinos. Un número indeterminado de personas ha muerto por causa de las minas terrestres, los escuadrones de la muerte paramilitares o el propio Ejército regular colombiano. La ACNUR calcula que más de 2,5 millones de colombianos se han visto desplazados en los 15 últimos años.

Pese a la mala fama de Colombia como país exportador de drogas, los colombianos, por regla general, no las consumen. La producción de cocaína ha financiado la guerra civil durante décadas, y aunque la violencia haya disminuido, el consumo de cocaína se percibe como un apoyo al conflicto.





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