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La familia lingüística San Agustín representa un tesoro cultural en Colombia, arraigado en la historia de los antiguos pueblos que habitaron la región de San Agustín.
Estos grupos indígenas no solo dejaron un legado de estructuras arqueológicas impresionantes, como los misteriosos monumentos megalíticos de la región, sino también un riquísimo patrimonio lingüístico. A través de sus idiomas únicos, como el kofán, el inga y otros dialectos relacionados, se transmitían conocimientos ancestrales, tradiciones y la cosmovisión de estos pueblos. Esta introducción invita a descubrir la fascinante diversidad lingüística y cultural de la familia San Agustín, profundizando en su importancia para comprender la historia y la identidad cultural de Colombia.
Las esculturas líticas de San Agustín, sus formas extrañas y simbólicas, han despertado desde hace años la curiosidad de los científicos y de los profanos.
Las investigaciones adelantadas a partir de la expedición del arqueólogo alemán Th. Preuss entre 1913 y 1960 y las pruebas posteriores con carbono 14, permitieron establecer que la civilización agustiniana floreció entre los años 500 antes de la era cristiana y 500 después de la era cristiana. Se calcula su desaparición hacia 1300 - 1400 de la era cristiana, pero ha sido imposible conocer las causas próximas ni remotas que la originaron.
Según Luis Duque Gómez, "el número extraordinario de esculturas en la región de San Agustín, y lo complicado y variado de sus formas, hace pensar en el desarrollo de una cultura milenaria en este territorio de Colombia".
Cientos de arqueólogos, desde principios del siglo pasado, volvieron sus ojos a estos monumentos que le suscitaban a su curiosidad asombrosos interrogantes. Y con la misma curiosidad, miles y miles de turistas han visitado desde 1937 el Parque Nacional Arqueológico de San Agustín.
Las reflexiones que provocan las enormes figuras de piedra, de rostros solemnes y actitudes devotas, son numerosas y variadas ¿De qué remota antigüedad provienen? ¿Conservan el secreto del origen por alguna civilización extraterrestre?
Un pueblo de artistas había habitado aquellas regiones y dejó en estas estatuas monumentales su huella imborrable. Juan Friede, el notable historiador, considera que la cultura Agustiniana es prehistórica y juzga (pie sus capacidades físicas e intelectuales fueron superiores a las del hombre moderno, si ha de tenerse en cuenta que trabajaron con instrumentos primitivos, pero poseyeron "un conocimiento fino y exacto de la naturaleza"'.
Fl Parque Arqueológico de San Agustín, como sus visitantes lo han dicho, con cierta admiración religiosa, es un lugar único en el mundo.
Muy poco es lo que se ha podido precisar con respecto a las personas que esculpieron las monumentales estatuas de San Agustín. Su historia es un misterio, que nos legaron en sus enigmáticas figuras de piedra; pero no sabemos nada de sus características físicas, imposibles de deducir por el aspecto de su estatuaria, el cual apenas nos indica que se trataba de un pueblo profundamente religioso e imbuido en el culto de los muertos.
Sin embargo el profesor Preuss, después de estudiar las características de cada una de las estatuas agustinianas, concluyó que los pueblos de San Agustín usaban vestidos de formas variadas. Las mujeres una falda corta, sostenida por un cinturón. Los hombres, un taparrabo, que pasaba por entre las piernas, originado en un cinturón ancho del cual descendían los extremos. La confección de la indumentaria empleaba como materia prima la corteza de los árboles.
Los agustinianos quizá no fueron ajenos a la vanidad y la coquetería, a juzgar por la gran cantidad de adornos que fabricaban, para uso personal, y posiblemente para el comercio con otros pueblos: collares de cuentas de piedra, concha, semillas, hueso y oro; pulseras de sartas de chaquira; narigueras de oro, unas en forma de lúnulas, otras circulares, laminadas, tubulares o de simple alambre; zarcillos de oro, unos consistentes en alambres entorchados con engarce de cuentas de piedra; joyeles o pendientes de oro macizo con figuras de águilas o cóndores diminutos, y diademas de oro, de acuerdo a la descripción del arqueólogo colombiano Luis Duque Gómez.
Entre sus costumbres religiosas no era la menos fuerte el culto por los muertos. Los difuntos tenían para los agustinianos un carácter sagrado. De ahí que, como ceramistas consumados, hubieran producido, con especial arte y cuidado, una gran cantidad de urnas funerarias, y elaborado tumbas en cuya confección se aprecia el deseo de que el muerto tuviera un magnífico lugar de reposo.
"Enterraban a sus muertos en tumbas cuya construcción variaba según la categoría social o jerarquía político religiosa de los difuntos, desde el sepulcro revestido de grandes losas de piedra, al sarcófago monolítico, debajo de un montículo artificial, hasta la simple fosa de poca profundidad y de construcción sencilla", dice Duque Gómez.
Los muertos eran enterrados en cementerios previamente diseñados, o en las casas de habitación. En el curso de varias décadas los arqueólogos han excavado más de medio millar de tumbas en San Agustín.
Los agustinianos no emplearon la piedra sólo para es culpir sus estatuas, sino que hicieron con ella una gran industria al utilizarla como materia prima para la fabricación de cuchillos, navajas, raspadores, buriles, que producían en gran escala, posiblemente con propósitos comerciales. Así mismo utilizaron la piedra para fabricar cuentas de collar, discoides, tabulares, globulares y poligonales, y bruñidores.
El santuario del lavapatas Compendia de forma admirable el complejo mundo mítico-religioso de la civilización agustiniana.
Este templo acuático debió ser de gran importancia, dadas sus dimensiones y el asombroso trabajo llevado a cabo por los escultores que tallaron las piedras del lecho de la quebrada.
Las estatuas que pueblan el Parque Nacional Arqueológico de San Agustín, y las que abundan en sus terrenos limítrofes, nos indican la calidad de artistas que distinguían a la nación que habitó esos territorios.
La monumentalidad de las esculturas, el enigma de sus figuras, la disposición en que fueron colocadas, todo ello revela "una marcada evolución", en opinión de Juan Friede, quien agrega:"En san Agustín observamos figuras que, aunque esculpidas en un estilo convencional estilizado, muestran unas más y otras menos rasgos naturalistas. Basados sobre una observación de la naturaleza, los agustinianos producen un estilo completamente naturalista que, con un conocimiento fino y exacto de la naturaleza produce obras como la lechuza redonda con sus dos pichones que es de una realidad impresionante hasta para el hombre moderno y para cualquier escultor de nuestros días".
Muchas de las estatuas de San Agustín llevan una figura sobrepuesta que hace alusión a un alter ego o un doble, algo así como un espíritu inspirador, o el alma, o lo sobreviviente del hombre después de la muerte.
La abundancia y variedad de la estatuaria agustiniana se ha prestado desde siempre a amplias suposiciones e Interpretaciones más o menos fantásticas
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