Las familias lingüísticas americanas representan una asombrosa diversidad idiomática y cultural que abarca todo el continente, desde el Ártico hasta la Tierra del Fuego.
Antes de la llegada de los europeos, miles de lenguas eran habladas por innumerables comunidades indígenas, cada una con sus propias tradiciones, cosmovisiones y modos de vida. Estas lenguas, organizadas en distintas familias lingüísticas como las lenguas Na-Dené, Álgicas, Mayas, Quechuas, Tupí-Guaraníes, Arawakas y muchas más, forman un mosaico lingüístico que testimonia la riqueza cultural de las Américas. Explorar las familias lingüísticas americanas es adentrarse en un mundo de conocimientos ancestrales, resiliencia y diversidad, crucial para comprender la historia y la identidad de los pueblos indígenas del continente.
Aymará: Autóctona del altiplano boliviano. Su influencia es marcada al sur del continente.
Arawak: Es una de las más extendidas en América. Su influencia se aprecia desde las Antillas hasta los límites del Chocó, en Colombia.
Chibcha: Es el grupo de mayor importancia entre las lenguas de América del Sur.
Caribe: Considerada como la tercera en importancia entre las lenguas de América del Sur.
Muisca: Dialecto extinguido de la familia chibcha. Se habló en la región cundiboyacense (cordillera Oriental).
Quechua: Original de Alto Apurimacy del Urubamba, abarcó los dominios del imperio inca y el sistema Andino central y del norte.
El establecimiento de la civilización chibcha se desarrolla entre el año 3500 a.C. y el año 1200 d.C., en que ya los cacicazgos están establecidos y prospera una sociedad organizada en torno a la agricultura, y con importantes rasgos culturales en la fabricación de figuras y objetos de orfebrería y de cerámica, y una industria textil suficiente para abastecer por completo las necesidades de vestuario de la población.
Los límites de la nación chibcha, según el estudio de Ana María Falchetti y Clemencia Plazas, se tocaban al norte con los guanes, los laches y los tunebos; al oriente con los achaguas, los tecuas y los guayupes; al noroccidente con los muzos, y al sur con los panches y los sutagaos.
Existían en la zona cultural chibcha cinco organizaciones principales independientes y enemigas, y unas pocas tribus aisladas y libres. Las dos más poderosas eran:
Era la más fuerte. Tenía su capital en la población de dicho nombre. Ocupaba más o menos las dos quintas partes de todo el territorio de los chibchas y comprendía las tribus siguientes: Simijaca, Guachetá, Ubaté, Chocontá, Nemocón, Zipaquirá, Guatavita, Suba, Ubaque, Tibacuy, Fusagasugá, Pasca, Subachoque, Cáqueza, Teusacá, Tosca, Guasca y Pacho.
Comprendía las tribus de Tuta, Motavita, Sora, Ramiriquí, Turmequé, Tibaná, Tenza, Garayva, Somondoco, Lenguazaque y otras muchas. Hasta donde se ha podido documentar, los bacataes o muiscas y los hunzas mantuvieron intensas guerras expansionistas por lo menos desde 1450.
Aliadas unas veces de los bacataes, y otras de los hunzas, según les conviniera, existieron en territorio chibcha otras tres confederaciones catalogadas como menores por su población, su territorio, su capacidad productiva y su capacidad bélica, pero eran aliados importantes que tanto los muiscas como los hunzas procuraban atraerse, con halagos o por la fuerza.
Con las tribus de Gámeza, Firavitoba, Busbanzá, Toca, Pesca, Tobazá y algunas más.
De la cual dependían las tribus de Onzaga, Chicamocha, Soatá, Ocabita, Chitagoto, Ibacuco, Lupachoque, Sátiva, Tutasá, Cerinza, Susa y Susacón.
Que residía en la población del mismo nombre, cuyo origen chibcha es discutido, comprendía las tribus de Uramata, Sancobeo, Garaota, Cotisco, Siscota, Cacher, Xuaguete, Bocore, Butaregua, Macaregua, Chalalá, Poima y Prasaque.
Si bien la economía chibcha era de carácter comunal, y la producción se hacía con el criterio de suministrar a todos lo necesario para vivir -alimentos, vestuario, etc- su estructura social admitía un estamento superior privilegiado, compuesto por los caciques y sus familias, de un lado, y de otro por los sacerdotes y los guerreros. Seguía el pueblo en el que se establecían jerarquías según el trabajo que realizaban los grupos. Los parias de la sociedad chibcha eran los prisioneros de guerra, que se convertían en esclavos. La base social la constituía la familia, organizada con un criterio exógamo. Varias familias formaban los clanes y la unión de los clanes constituía la tribu.
Las tribus independientes estaban compuestas por El Tinjacá y el Sáchica, cerca al rio Moniquirá, lo mismo que el Chipatá y Saboya en el límite occidental de los chibchas con los muzos y los agataes. Habitaban también allí los panches, que eran los discolos de la comunidad chibcha. No se aliaban con nadie, tenían un carácter muy belicoso y hacían el papel de bandidos, pues con frecuencia atacaban y asaltaban a sus vecinos, les secuestraban sus mujeres, a las que negociaban por rescate, o sometían a tratos ignominiosos. Comerciaban sal y gemas y se les reputaba por tramposos consumados.
El sistema tributario estaba encaminado a fortalecer la economía de los caciques, a quienes se pagaba impuestos en oro elaborado, alimentos, mantas y trabajo. La distribución de la producción se efectuaba por medio del intercambio o trueque. La moneda común, es decir, la que podía cam- biarse por cualesquiera otros productos, era la sal. No existía moneda metálica con la cual pudieran efectuarse infinitas transacciones. Los famosos tunjos de oro, de forma amonedada, no eran, como se ha creído, unidades monetarias, sino objetos ornamentales, que se intercambiaban por otros productos artesanales como tejidos, orfebrería y alfarería.
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