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Mitos y Leyendas del Guaínia

Región de la Amazonía Colombiana

El mito en las comunidades indígenas es equivalente a su verdadera historia. A diferencia de lo que sucede en la cultura occidental, el mito se constituye, para estas comunidades, en su propia historia. Es la historia contada a través de la tradición oral, de generación en generación.

El mito, principio y fin de todas las cosas

Conocimiento que trasciende y sitúa al hombre en una globalidad indeterminada, que explica su esencia en una relación simbiótica con lo divino y proyecta su existencia hacia lo eterno. El mito completa la historia material del hombre al darle la dimensión espiritual como pueblo; lo refiere a la evolución integral del individuo, en su interacción permanente con la naturaleza, explica su cosmovisión dentro del gran sistema universal, sin perder la dinámica de los hechos y acontecimientos que modelan los espacios y las relaciones en lo social, lo político y lo económico

Mito del pueblo Curripaco-El Primer Muerto

Ñapiríkuli, después del juego de la pelota, regresó a su casa en Waitjipan, un cerro a orillas del Guainía. Allí encontró una mujer con su hijo, al que llamó Kuwai, el secreto. Este nombre se le daba para que no muriera nunca. Ñapiríkuli no sabía todavía como iba a quedar el hombre, pero esperaba que éste nunca muriera, quería que la humanidad fuera eterna. Tenía planeado que cuando un hombre llegara a cierta edad avanzada, entonces debía meterse tres días en una pieza en memoria del seso, de la voz y del pensamiento. Los tres principios de la existencia humana. De allí saldría como nuevo. La pieza ya la había preparado Ñapiríkuli en su casa, en Waitjipan; entonces, Kuwai murió.

Ñapiríkuli pensaba: “No, no voy a dejar entrar la muerte a este mundo”. Así que metió a Kuwai en una pieza y le dijo a la mamá: esté tranquila, a su hijo no le va a pasar nada, en tres días él va a salir de la habitación. Ñapiríkuli quería probar a la mujer, quería ver que tan obediente era. Le dijo: pero estos tres días la puerta va a estar cerrada, usted no la puede abrir, ni llamar a su hijo para que salga. Ñapiríkuli dejó entonces a Kuwai en la pieza.

Su madre lloraba y se quejaba amargamente: “Kuwai… Noooo…”. Pasaron así dos días, ahora sólo faltaba uno para que Kuwai saliera de la habitación “Ñapiríkuli no está”, pensaba la mujer que lo había visto irse con su cerbatana, así que le entró una gran desconfianza, ¿Qué será lo que pasa en esa pieza? Se preguntaba, y la curiosidad no la dejaba tranquila. Desobedeciendo, fue hasta la puerta y llamó a su hijo. Ñapiríkuli no se había ido; escondido, miraba todo lo que hacía la vieja.

- ¿Kuwai…? Llamaba

- Ahhh… Le respondió una voz lejana.

- Hijo, ¿cómo estás? ¿Bien?

- Síiiii…

La mujer hacía un gran esfuerzo para no entrar al cuarto donde estaba su hijo; se aguantaba; mientras tanto Ñapiríkuli la observaba. Hasta que no pudo más y, por un hueco que había por encima de la puerta, se encaramó y entró. Kuwai estaba parado en la mitad de la habitación, pálido, muy pálido, casi sin pelo y con tierra en la coronilla. La vieja conmovida, no pudo aguantar el llanto y las lágrimas salieron de sus ojos. Pero Kuwai, al mojarse con las lágrimas de su madre, se deshizo, quedando nada más un montoncito de huesos. La habitación quedó en silencio.

“Mal hecho; esto no debió haber pasado, ahora la muerte reinará para siempre, ahora el que nace tendrá que morir”, la reprendía Ñapiríkuli enfurecido. Usted tiene la culpa, por haber llorado. Y por haber llorado ahora, llorará siempre. Sacó tabaco y lo sopló, el humo ascendió suavemente. Fabricó una casa muy oscura, Yarudati, donde van los espíritus de los hombres muertos. En Naken Caranacoa -Río Guainía-, hay una casa de esas y otra en Kuyarí.

Ñapiríkuli le mostró los despojos del hijo por última vez a la mujer, para que llorase para siempre. Después con tiras de macanilla, bien tejidas y amarrándolas dos veces, hizo la puerta para la casa de los espíritus. Por esa puerta entran pero nunca salen. “Aquí va a vivir usted”, dijo Ñapiríkuli, dirigiéndose a los restos de Kuwai, y lanzándolos a través de la puerta que después sé cerro emitiendo un fuerte bramido.

Cada vez que alguien muere se oye, por ahí a las seis de la tarde, el eco de una puerta cerrándose y los bramidos; el espíritu de un muerto acaba de ser encerrado.

Leyenda de la “Desinkoira” (mujer olorosa o mujer perfumada). Etnia Puinave, Inírida, Guainía

En una laja situada en la margen izquierda del Caño Chaquira, hoy caño San Joaquín, afluente del Río Inírida, había un pueblo habitado por puinaves de la familia yuca (TimsuujuT). En él vivía una bellísima mujer, la más hermosa de las de aquella tribu.

Su aspecto era celestial y de una gran blancura. Vivía perfumada por plantas y flores olorosas. Su nombre era Pirraro, que quiere decir ave hermosa. Todos se enamoraron de ella pero a nadie correspondía con su amor.

Diariamente iba al cerro Paujil, situado detrás de los grandes cerros de Mavicure. Desde la cumbre contemplaba sin cesar el espectáculo maravilloso de la naturaleza; constantemente era perseguido por sus pretendientes. Un día sus padres la intimidaron para que se casara, pues era muy peligroso vivir soltera. Respondió que se conformaba con ir diariamente a los cerros del Mavicure, especialmente al cerro Juo-joven o la Jupirrali (pájaro perfumado), hoy Cerro Pajarito.

La pidió un pretendiente príncipe Yoy, pero ella no lo aceptó. El hombre, desilusionado, se fue buscando la manera de poder conseguir su amor. Ella contemplaba de continuo la maravilla de la naturaleza con la idea de ser una princesa siempre célibe. Un día la vio el hombre en uno de los cerros y se dijo: “voy a ver lo que esta reina contempla tanto”; fue donde el príncipe Yatsu, dueño del cerro llamado “Hombre Extraordinario”. Éste le dijo que le llevara hierbas y flores del cerro, le dio también la Jipirraripan (semen del cerro), en la punta de una verada o suirog, y le dijo que bastaba tocarla con ésta. El hombre creyó que con esto la conquistaría. En realidad bastaba con el efecto de las hierbas y flores, pero el príncipe Yatsu tuvo envidia y le dio el semen del cerro para hacerla suya, obligándola a entrar al cerro.

Tomó la vara untada de Jipirraripan y subió al cerro hasta donde se encuentran las hierbas perfumadas que exhalan un perfume natural muy agradable. Esta hierba se llama Puzana o Zoon de Mavicure; es un arma mágica entre los seres visibles que pueblan el seno de la selva y la entraña profunda de las aguas, que sirve como remedio del amor no comprendido. Miró hacia lo alto y se untó las manos con un poco de ellas y se fue a donde la mujer. El semen se llamaba también ”Ipicacam” (enloquecedor). Antes de tocar con la vara a la mujer ayunó dos días. Ella estaba tejiendo el Pautap o estera de cogollo de palma cuipe. El hombre le presentó las flores diciendo que eran perfumes. Ella se puso a olerlas, la tocó con la verada y se despidió. Al rato la muchacha comenzó a ver visiones y se prendió del hombre.

La princesa enloquecida daba gritos imitando al mono (Buri); rápidamente se dirigió al cerro Paujil (Tiwen), pasó luego el Cerro Mono (Buwen), y en todos los cerros arañaba la tierra con sus preciosas manos buscando una entrada, hasta que llegó por fin al Cerro Pajarito. La princesa, en límite de locura, miró por última vez a su tía y desprendiéndose de sus collares se los arrojó como último recuerdo. A medida que iban cayendo los collares al suelo se convertían en piedras preciosas, que aún los podemos encontrar en el lugar de los hechos (Entrada de la Princesa). Algunos de estos collares cayeron en el cerro Mavicure y se quedaron en el cuello de éste y son observados como una piedra roja. Mientras tanto, la princesa cantaba este poema “Ahora me voy muy lejos donde no me puedan ver llorar; hay un lirio por el cual vine, que no puede renacer solo sino en mi compañía”.

Dejó la estera en la puerta del cerro y canto:

“Sombras de mí dejo

esta estera tejida por mí

ahora entraré, entraré,

dejo todos mis seres queridos

entraré al trono del Cerro Encantado”.

Y el príncipe del cerro le cantó:

“Tú fuiste doncella llamada “Ave Hermosa” Pirraro.

Hoy te llamarán “Mujer perfumada” Densikoyra”.

A los siete días de haber entrado al cerro fue vista por los familiares que iban con el fin de rescatarla. Ella salió a la puerta vestida de hierbas, con un largo manto de color blanco y con flores de todos los colores, una corona también de hierbas y con una cabellera larga.

Su fragancia llegó hasta la base del cerro. Desde la puerta dijo a sus familiares estas palabras “yo no soy para ustedes. Aspiré a ser princesa y lo soy por medio del encantador cerro del cual llevo el nombre”

Entró al cerro y se escucharon voces y gritos de alegría por la entrada de ella, y luego tapó la puerta con su estera, que es el símbolo del pueblo. El príncipe dueño del cerro le cantó este poema: “Tu nombre será Pájaro Perfumado. Para todos los seres vivientes serás “Mujer Olorosa”, para que así te recuerden”. Dicen los puinaves que la princesa todavía está allí y para verla hay que guardar un ayuno riguroso de tres días.

Afuera, el sol teñía de nuevo la alfombra movediza del río, pero ya no estaba la princesa para ver el vuelo retardado de las aves; en su lugar fue creciendo la mata de la puzana o zoon de mavicure, como remedio del amor no comprendido. Dicen los nativos que estas hierbas son afrodisíacas, que enloquecen de amor a las mujeres y las hacen capaces de todo. De ellas han tomado los primitivos para conseguir el amor de las muchachas.

Los que quieren conseguir de estas hierbas no las encargan a otras personas por temor a ser engañados; ellos mismos van al cerro y se las piden al príncipe dueño del cerro. Para poderlas conseguir hay que guardar un ayuno riguroso de dos días.

Supersticiones y agüeros

Cuando en las noches empiezan a abundar insectos voladores alrededor de las luces, es porque viene un invierno muy fuerte y pronto se iniciarán las lluvias.

Cuando el pobre come pollo, es porque está enfermo el pobre, o está enfermo el pollo.

Cuando el búho canta junto a una vivienda, es porque alguno de la familia va a morir muy pronto.

Cuando la mujer tiene la menstruación no debe bañarse en el río, porque las toninas (delfines rosados) se enojan y la pueden atacar.

Cuando los gallos cantan de noche es porque se acostaron con hambre.

El que se acuesta con hambre se sueña con la comida.

La madera sólo se puede cortar en menguante, porque si se corta en otro ciclo lunar se llena de polilla o gorgojos y se daña muy rápido.

Las mujeres indígenas en dieta materna no pueden probar el pescado de escama ni de cuero, sino hasta después de los 40 días, porque si comen pescado en la dieta, se les llena el cuerpo de frío y quedan enfermas para el resto de la vida.

Todas las comidas de sal en los indígenas deben ser cocinadas con ají, porque de no hacerlo, los alimentos quedan impuros y crudos. Para los indígenas el ají purifica los alimentos.




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