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Mitos y Leyendas del Putumayo

Región de la Amazonía Colombiana

Leyenda del Churumbelo

A doce horas de camino de herradura, hacia el occidente de la loma que separa las cuencas de lo ríos Afán y Caquetá, existe un salto que avienta las aguas a un precipicio por todos desconocido. Se dice que en la parte más alta del caudal habitó una tribu de la familia de los ingas y dejó inscripciones en las rocas y vestigios de su civilización.

Un tesoro oculto llama la atención y llena de prestigio la leyenda del Churumbelo, diciéndose que en el fondo impenetrable, alguno vio un muñeco de oro macizo, del tamaño de un niño.

En algunas ocasiones varias personas se han acercado en tiempos de verano al torrente y han visto en las concavidades de las rocas, que son a manera de salones de piedra, amarillear el oro, que es imposible de recoger, porque allí se suceden fuertes y huracanadas tempestades que no permiten acercarse a las cuevas. Nótese que casi invariablemente las gentes agregan a estos tesoros ocultos la narración de tempestades, vendavales y huracanes, y, quizás por adornar, agregan que en el Churumbelo un espíritu, el del rayo o el del huracán, el dios de la montaña o que un uattì malévolo, equivocan los pasos de los aventureros, tuercen los caminos, y les hacen crispar los nervios hasta caer desfallecidos.

Hacia el sur del Churumbelo en las mismas faldas donde cae el río Afán, está la famosa chorrera encantada, que es un torrente que se precipita a un hoyo profundo de la roca, la cual se divisa desde muy cerca de Mocoa, situándose en la carretera Mocoa-Pitalito.

Ponchayaco es el nombre del río que forma esta bella cascada y desde sus cabeceras, en donde hay una mina de cristal de cuarzo, rodó un pedazo de tierra que tenia 30 gramos de oro.

Leyenda del Diablo y la Virgen

Hace mucho tiempo, en la desolada vía que de Mocoa conduce a Pasto, pocos conductores de vehículos se atrevían a transitar de noche por esta carretera, por temor a encontrarse con el Diablo, que según muchas personas decían haber visto, y que hacía que los conductores perdieran el sentido o toda noción, por lo que los carros iban a parar al abismo, causando muerte y desolación. Así es como hoy en día se colocó una imagen de la Virgen de Fátima, para de esta forma ahuyentar el fantasma que comúnmente se aparecía por esos sitios, y que según se cuenta sirvió de protectora de los conductores, logrando que no se volviera aparecer.

Leyenda Del Yagé

La imaginación indígena ha encontrado en la planta del yagé un motivo más para supersticiones y leyendas.

Los indios del sur atribuyen a la bebida del yagé propiedades infrahumanas que transforman la personalidad. En algunas ocasiones elaboran la bebida del yagé, bien el curaca solo o acompañado de sus amigos. Esta bebida extraída de una planta produce efectos narcóticos de alucinación que es casi imposible describir.

En medio de la embriaguez los indígenas ven fantasías, asisten a mundos desconocidos de sorprendente belleza o terror, los poseídos del narcótico se transforman, pudiera decirse, de humanos, en espíritus del bien o del mal, e imitan las más raras figuras del mundo real o de la superstición imaginaria.

El día de la toma del yagé todos los habitantes invitados se reúnen en la casa del curaca, quien recibe primero la vasija conteniendo el narcótico y el curaca reza sus oraciones rituales tendientes a ahuyentar ordinariamente a los “Uattis”; los asistentes, con profunda reverencia, atención y silencio escuchan esas oraciones, como para alejar el espíritu malévolos de los “Uattis”, con el fin de que no hagan daño a la bebida; pasada la oración, el curaca saca la primera totuma y bebe, con lo cual los espíritus enemigos no causarán ya daño alguno, pues con su aliento queda curado el contenido de la olla.

Luego se reparte entre los concurrentes, los cuales, cuando han escanciado la primera totuma, se levantan y el curaca, tomando una rama, principia una danza de corta duración para volver a repartir la bebida del yagé; empiezan los efectos y muchos quedan completamente transformados, rendidos y dando aullidos terribles. Generalmente el curaca es el primero que despierta y entonces comienza a dar a los embriagados la “contra” del narcótico, que es otra bebida extraída de la planta “Benan”.

Al despertar, cada uno de los pacientes describe lo que ha visto; unos relatan haber visto animales de toda especie en un lugar determinado de la selva y aconsejan salir a cazarlos; otros haber volado en alas de “Uattís” por los aires, otros han visto muchas ciudades, gentes, mujeres hermosas, trajes lindos y hermosos vestidos, mientras que otros afirman que han visto minas de toda naturaleza en donde se encuentra en abundancia el “Curí” (Oro), piedras preciosas y rubíes.

Mito de la Fueteadora

El indio semidesnudo se retorcía en su hamaca, presentaba grandes hematomas en las piernas y en la espalda. Colgada de un palo que servía de cerca se hallaba una larguísima, delgada y horrible víbora.

- “Perro animal”, dijo el cacique.
- “¿Qué pasar taita?”, pregunté alarmado.
- “Fueteadota golpear a muchacho”, me respondió.
- “No, de eso nadie morir”, fue su respuesta y salió a atender el paciente.

Tres días permaneció postrado el enfermo al cabo de los cuales se levantó apoyado en un bastón haciendo esfuerzo sobrehumano para caminar, fue entonces cuando me narró la historia.

“Yo caminar por el monte cuando encontrar unas matas grandes de yoco; yo ir a cogerlas y cuando estar cogiéndolas sentirme amarrado de las piernas. Al momento sentir que maniatadura apretar más hasta juntarme las piernas, yo casi caer, yo mirar qué ser y entonces ver querer la fueteadota.

Ella empezar a golpearme duro con cola, y buscar cabeza para ahogarla pero ella tenerla escondida entre ligaduras, jeta de animal echar babaza blanca que rodaba por piernas yo tener babas de yoco en la mano y con ellas golpear en el nudo y ella golpearme más duro; entonces yo acordarme de cuchillo, entonces yo con mano izquierda lograr coger pedazo de cola, ella tener mucha fuerza y ser muy lisa, yo alcanzar a doblarla pero ser como cacho y no sentir nada y soltarse rápidamente, entonces yo ya no dando miedo si no dando miedo agarrar cola con mano izquierda y apretarla duro, luego morderla hasta trozar pedazo de cola; animal empezar a aflojar soltándome brazo y levantando cabeza, entonces yo con mano izquierda agarrar cabeza y con cuchillo rajarla, animal morir, yo desenredar y botarla; iba a venirme cuando alcanzar a ver la otra, ella tratar de agarrarme pero yo con ramas de yoco matarla y traerla para quemarla para que las otras huyan con olor de culebra muerta.

Ahora yo hacerme remedios para borrar señales de culebra y no quedar con defecto”.

Al cabo de 15 días el aborigen no presentaba en su cuerpo rastros de la paliza recibida por parte de la serpiente, pero la secuela continuaba, nadie podía caminar junto a él ya que su andar se volvió bastante rápido, casi corría como huyendo de la sombra de algún fantasma y todo a causa de la fueteadora.

La fueteadora es una serpiente propia de las selvas de Putumayo, que no muerde pero a cambio de ella menea a las personas y con su cola les da una tremenda paliza hasta hacerla verter sangre; posteriormente se desenreda y se pierde entre la maleza. En lugar del veneno mortal de los otros ofidios deja a las victimas una secuela perenne, consistente en que se duplica la velocidad normal de su caminar.

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