Este mito es uno de los más populares de Colombia y se conoce con versiones similares en el resto de América. Según los campesinos y aldeanos, la Llorona aparece como una mujer con rostro huesudo de calavera, ojos rojizos, cabellos desgreñados, largas vestiduras, sucias y deshilachadas. Algunos dicen que lleva en sus brazos un niñito muerto, causa de su gran pena, otros dicen que anda buscando a su hijo que se el ha perdido.
La Llorona se distingue por sus lloriqueos angustiantes y profundos y sus gritos macabros que provocan inmenso terror. Esta mujer llora en las quebradas, en las noches de plenilunio, en los cafetales, sementeras, en las riberas de los ríos y en la orilla de los montes. Se dice que este espíritu entra en las casas en busca de niños para llevárselos, creyendo que son el suyo para curar su pena, aunque hay quienes dicen que lo hace para igualar a los demás en su desdicha, dado que después de haber robado un niño lo arroja a un río o quebrada cercana.
-
La versión más común del lamento de la llorona en el Valle del Cauca es la de:
“Ay ... Ayyyyy... donde está mi hijo?”
La migración pastusa que se llevó a cabo a principios y mediados del siglo XX, atraídos por la floreciente economía cañera, trajo consigo algunas variantes del mito, especialmente en el sur del departamento, municipios de Florida, Pradera, Palmira, y en particular Candelaria, donde el grito de lamento reconocido es:
“Ay ... Ayyyyy ... donde, lo hallaré ...donde lo encontraré?”
Este es un mito propio de los departamentos que poseen costa en el océano Pacífico. Cuentan los que saben que este personaje mítico es una mujer fea, que tiene un pie de molinillo o de tingui-tingui (raíz de un árbol) y el otro como el de un bebé. Se lleva a los moritos (bebés sin bautismo), a los niños desobedientes, a los maridos trasnochadores e infieles y a jóvenes hombre o mujeres, a los confines del monte para convertirlos en sus amantes.
La Tunda engaña a sus victimas tomando la apariencia de sus madres u otro ser querido para que la sigan al monte; ya en sus dominios, los alimenta con camarones y cangrejos que cocina en su ano. Con sus malos olores emboba a sus victimas, les chupa el pene a los hombres hasta sacarles sangre y se hace succionar la vagina para idiotizarlos.
Los “entundados” aprender a amar a dicha mujer y rechazan a los humanos. Para poder rescatarlos de la Tunda, es necesario formar una comisión con el padrino y la madrina del “entundado”, un sacerdote, amigos y otros familiares. Todos ellos se internan en el monte tocando tambores (cununos y bombos), quemando pólvora, disparando escopetas, rezando las oraciones y diciendo palabras soeces para que ella desaparezca.
Algunos dicen que la Tunda es negra y que huele muy mal, es un ser que experimenta sentimientos humanos, se enamora, se queja y odia, especialmente a los niños. A pesar de sus sentimientos y acciones humanas, la Tunda tiene poderes sobrehumanos, pues es ella quien produce la conjugación de sol y lluvia, y cuando esto pasa la gente del Pacífico dice que: “la Tunda está pariendo”.
Se dice que en una zona rural del municipio de Buenaventura, existe la Matunda, la mamá de la Tunda. Una vez en una fiesta, se organizó un concurso de baile y la Tunda componía una de las parejas finalistas, pero alguien la descubrió al mirar la pata de molinillo y gritó “¡vela Tunda, esa es la Tunda!” y esta salió corriendo.
Según la tradición oral mestiza del sur occidente colombiano, existía un ángel que era el más hermoso de todos, se llamaba Luzbella y era el consentido de Dios, a tal punto que le enseñó y permitió hacer ángeles. Luzbella se sintió tan poderoso que se sentó en el trono tratando de suplantar a Dios, éste se enfadó y lo sentenció: “por haberme desafiado ya no serás Luzbella, sino Luzbel-Lucifer” y lo expulsó del cielo junto con sus ángeles. Los que cayeron a la tierra se convirtieron en mariposas y los que cayeron en el infierno se convirtieron en demonios y Luzbella en el Diablo.
Dios conservó de los ángeles Luzbellinos a los que tocaban el tiple. Esos ángeles-músicos podían salir y entrar al cielo con entera libertad y aprovechaban para venir a la tierra a parrandear. Cada vez se demoraban más en regresar, hasta que un día encontraron cerradas las puertas celestiales. Dios no quiso dejarlos entrar nunca más y los ángeles errantes regresaron a al tierra. Aquí se convirtieron en Duendes, pequeños seres vestidos con colores que llevan un gran sombrero, ligados a la música, en particular al Tiple. La divinidad o maldad de estos encantados seres es algo ligado a las actitudes de la gente con sus congéneres o con el entorno natural, del cual son guardianes, haciendo que los cazadores no puedan ver a sus presas a pesar de tenerlas en frente o envolatándolos en el bosque para que no puedan hacer daño a la vegetación y a los seres que allí habitan.
Además de la música a los duendes les encantan los niños a los que atraen con juguetes coloridos que sólo esos pequeños pueden ver, hasta adentrarlos en sus terrenos y llevárselos para no volverlos a ver. Se interesan por las crines exuberantes de los caballos, las cuales enredan en la noche con nudos que nadie es capaz de soltar, no habiendo mas remedio que cortarlas. Para ahuyentar a un duende que hace travesuras se usa un tiple nuevo y se afina como se afinaba en el cielo. Se deja el instrumento en algún lugar visible de la casa o sitio visitado por el duende para que lo pueda ver y como buen músico no aguantará las ganas de tocarlo, así se encontrara con el temple sagrado y furioso destrozará el tiple y jamás volverá.
Reservados todos los derechos ©
colombiapais.com | El portal de información turística de Colombia para el mundo
Colombia
Teléfono de Contacto (57) 1 304 546 2360
email: mauriciovega@colombiapais.com