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Sucre

Mitos y Leyendas de Sucre

Leyenda de las Mohanas

Según la leyenda, las Mohanas eran princesas zenúes que en visiones extrañas, surgiendo de las aguas, aparecen a orillas de los estancos, arroyos, ríos y quebradas, algunas llaman al varón para hacer el amor una sola vez.

En el municipio de San Marcos, cuentan los ancianos de una Mohana de senos hermosos que a la hora del medio día peinaba su mata de cabellos larguísimos y verdosos bajo la sombra de unos caimanes en la poza encantada de la Litika -Orillas del pueblo-, donde las mujeres iban a lavar o quienes iban a bañarse a esa hora la veían.

Estas princesas aparecían en otras regiones del San Jorge y de las sabanas de Sucre, como en el arroyo de corozal.

Leyenda de La Marquesita

En la historia de la iniciación del municipio de San Marcos se hace necesario hablar de una mujer de gran temple en su carácter, decisión de mando y belleza, cuyo nombre era Isabel Madariaga, a quien apodaban Marquesita.

Cuentan que su hacienda poseía tantos vacunos, que en la construcción de los corrales y cuadras se empleaban centenares de pieles de buey, con notable beneficio para los bejucos silvestres; dicen que convertía en novillos cada binde o comején de la hacienda, con solo darles una patada.

Su pasatiempo consistía en criar palomas, y eran tantas las que tenía que en las mañanas y por las tardes se oscurecía el cielo con su ida y venida.

Su riqueza era tan grande que cuando sacaban las monedas de oro y plata para lavarlas, daba un aspecto fantástico a los patios y corrales de la hacienda, ya que los discos metálicos eran puestos al sol para su secado, bajo la vigilancia de sus sirvientes más leales.

Cuando murió hubo una gran conmoción en su hacienda, el ganado comenzó a bramar y a arremolinarse, las palomas levantaron vuelo y los animales domésticos huyeron al monte. Al final, sus ganados emprendieron un viaje interminable guiados por un canto de vaquería sobrenatural y eran tantos, que sus miles de pezuñas hundieron la tierra fangosa labrando un canelón, lecho por donde hoy corre el caño Carate.

Leyenda del Corcovao de Tofeme

Desde la orilla del río San Jorge se alcanza a ver por las mañanas despejadas o después de fuertes lluvias la sombra azul del cerro del Corcovao. Según la tradición, dicen que allí vive el Mocán -guerreo-Tofán o Tofeme, ñato y tuerto de tanto guerrear, ya que viejo lo pusieron a vigilar al enemigo en lo más alto del cerro, debajo del árbol de totumo de oro que nadie puede coger, porque se pierde en la manigua.

Tofeme es bueno porque además de conducir lauras y águilas que van a desovar al cerro, cuando se fastidia de vivir solo entra en ira y desata tempestades e inundaciones cada 12 años, pero cuando ve aproximarse un enemigo, truena con voz ronca y suelta relámpagos en seco. ¡Tronó Corcovao! Gritaban los indios y salían a esconderse a una isla flotante, que nadie jamás ha conocido. Hoy día los habitantes de las cercanías al río San Jorge siguen creyendo en él y cuando suena Corcovao no salen a esconderse como los indios, sino que se apresuran a preparar las fértiles tierras para sus cultivos y la madera para los posibles tambos, porque tras los truenos vienen las lluvias

Leyenda de Torcorá

En la ciénaga de La Sierpe, aparece de pronto la canoa con el tesoro que cuida el mocán del Corcovao; el que la ve está perdido si quita el limón de acero que está en el ojo de esa canoa, porque la serpiente Torcerá, que es una bruja y duerme sobre el tesoro, despierta y ataca. Ella tiene patas y plumas en las orejas.

El encanto de la ciénega de Pajaral

La ciénaga de Pajaral era muy honda y turbulenta; en los meses de verano aparecía hace mucho tiempo un bagre grande, el cual varios arponeros se dispusieron a cazarlo, llegando pescadores de todas partes, pero los que llegaban a darle con el arpón, éste rechinaba, no le entraba y en el mes de agosto se veía una vaca negra y cachona comiendo en medio de la ciénaga, lo cual era imposible ya que la ciénaga era muy honda.

En esta misma ciénaga, Joselito Álvarez salía en la madrugada para atarrayar; cuando él tiró la atarraya oyó que otro también la tiraba, pero no lo vio en el momento, después volvió a mirar, y vio que era un esqueleto humano el que lo estaba acompañando en su labor de pesca, fue tanto el susto que se perdió a su regreso, apareciendo a los dos días sonámbulo y todo harapiento.

Duendecillo mohan

Es un indiecito duende que caracolea a las personas al pie del odio y cuando están dormidas les corta el sueño hasta el fastidio; algunos dicen que es un niño porque han visto sus huellas en las orillas de los caños del río San Jorge, y porque al pie de la cama de quienes molesta, le han regado ceniza para que deje pintada las huellas de sus piececitos.

La única forma de retirarlo de su molestadera y fregadera, es mandarlo a buscar agua al mar en un catabre; pues él trata de traerla, pero el agua se le pierde antes de llegar y regresa nuevamente a buscarla, hasta no traerla nunca.

El fantasma de Juan Lara

Es un espíritu burlón que aparece de vereda en vereda y de pueblo en pueblo, enamorado de alguna muchacha a quien asedia hasta enloquecerla. Si no es correspondido, empieza a hacerle la guerra lanzando piedras en los techos con risotadas que se oyen en el aire, las cuales no se sabe de donde vienen; se cree que en vida debió ser un hombre libidinoso, que por algún pecado sexual pudo ser condenado a vagar libre de enamorarse, pero con la desdicha de no ser correspondido y de no poseer pretendientes.

Cuentan que en Caimito asedió a una bella mujer casada, a quien tiraba regalos y piedras preciosas, pero al ser rechazado y repudiado pasó a odiarla, a tal punto que cada hijo que la señora iba teniendo no se lo dejaba criar.

En la vereda de Platero, muy cerca de Caimito y de San Marcos, se dedicó a una niña de rubios cabellos, a quien puso al borde de la locura y pudo salvarse del caso porque sus padres la llevaron a San Marcos para que el cura la exorcizara, tras lo cual fue retirado el espíritu.

Juan Lara también hizo aparición cerca de San Marcos en la vereda de San Felipe. Allí se enamoró de una muchacha de cabellos rubios y ojos verdes, también le tiraba flores, piedras preciosas y regalos. La muchacha, al no ceder a sus deseos, empezó arañándole el rostro y luego todo el cuerpo, con pellizcos y chupones, por último hasta provocó el incendio de su casa. La muchacha y su familia tuvieron que irse a vivir a Santa Inés.

El Negro Chirino

Su origen proviene desde la fundación de San Marcos. Dicha fundación, primero como hato o hacienda de ganado con el sugestivo nombre “Hato Mayor de San Marcos del Carete”, correspondió indudablemente al capitán don Juan de Zabaleta en los últimos años del siglo XVIII, pues, sabido es que el 14 de septiembre de 1706, fueron inventariadas las tierras con sus ganados vacunos y caballerías y con sus esclavos debido a la muerte del capitán. Chirino, como negro cimarrón, adquirió mucha fama, después de su muerte se fue reencarnando con el mismo apodado en individuos especiales, bravos, apuestos, osados y hasta toreros, como el último, cuyo nombre de pila era Manuel Guerra Pinto. Una de sus hazañas fue en la época de la violencia, al liberar 409 personas que iban a ser quemadas vivas. El 12 de abril de 1997 desapareció, asesinado vilmente a palos en un fandango en el corregimiento de Cuenca – San Marcos.

Tal ves por envidiosos, porque en dichas fiestas había hecho faenas doblegando toros por los cuernos. Después por estas razones se habla todavía con respeto y admiración del Negro Chirino. Todos los moradores del San Jorge están a la expectativa de conocer el nuevo Chirino.

El espanto del cementerio

Hace mucho tiempo, en Las Flores, una mujer vestida de blanco que caminaba de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba por el callejón que conduce al cementerio, los que la vieron decían que no pisaba sobre la tierra sino que andaba por el aire; una noche un muchacho de apellido Cardoso se dispuso a descubrir qué era. Primero se emborrachó porque dijo: “Me la voy a coger borracho”, cuando seguía a su casa se acordó del espanto y se dispuso a descubrirlo, cuando la encontró caminó hacia ella y el espanto hizo lo mismo, cuando el muchacho se dio cuenta que no era nada bueno salió corriendo y antes de llegar a su casa se tropezó y cayó en una zanja, allí lo alcanzo el espanto y lo mordió todo, dejándolo negro. El muchacho iba vestido de blanco, pero después del suceso el vestido ni siquiera se ensucio, el muchacho murió y el espanto nunca más salió.

Leyenda del Mohán

Trasladándose a la época de la colonización, se denomina Mohán a los sacerdotes indígenas cuyo nombre utilizaron los campesinos para denominar a este ser fantástico y mítico de los campos y orillas de los ríos.

Según la tradición oral, es un mito antropomorfo, masculino, universal, con figura de indio viejo, musgoso, demoniaco, travieso, brujo, andariego y enamorado; le gusta el tabaco y la sal, enredar a los pescadores y jugar con sus atarrayas, embrujándolos con una melodía de encanto y misterio que los transporta a un mundo fantástico, utilizando como alternativa para volver a la realidad tabaco y sal.

Leyenda del Animero

Personaje mítico que existe en el sur de Bolívar en límites con el departamento de Sucre, desde fines del siglo XIII, especialmente en la Villa de Mompóx, tierra de aborígenes declarada patrimonio cultural de la región. Cuentan sus moradores que en las noches en la calle del Barrio Arriba se escuchaba el murmullo y voz melancólica de un hombre que rezaba el padre nuestro por el descanso de las almas en pena: El Animero, quien infundió temor y desolación en el pueblo; solamente una mujer incrédula tuvo una vela que se convirtió en un hueso, enfermándola y llevándola hasta la muerte, suceso que trascendió en la región como una leyenda que vive en lo más recóndito de sus habitantes.

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