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Arauca Mitos y Leyendas

Región de la Orinoquía Colombiana

Bola de fuego

Bola de Fuego

Una de las creencias más populares del llano lo constituye la bola de fuego; podría decirse que no existe un llanero que no haya escuchado hablar de este fenómeno sobrenatural.
Son muchos los habitantes y caminantes que han tenido su tropiezo y otros que están familiarizados de tanto verla, que ya ni miedo le tienen. El fenómeno consiste en una luz que se desplaza a lo largo de la sabana; este resplandor se presenta en forma de circunferencia grande por lo que se observa dando vueltas como si fuera una rueda. Cuando se ve cerca, fácilmente pueden distinguirse los ojos, la boca y otras partes del cuerpo como si fuera un esqueleto humano.

Hay gente que asegura haber visto dos “bolas” de fuego juntas correteando por encima de los montes y llegar a los copos de palmas ríales, lo mismo en las matas de corozo y prender candela en tiempo de verano y sobre todo en Semana Santa cuando el espanto sin rumbo anda suelto.

Dicen que cuando ese aparato aparece es necesario decirle groserías para que se aleje, de lo contrato se viene encima y quema.

Diversas versiones se tejen sobre el origen de la bola de fuego. Unos dicen que se trata de un obispo, quien por haber pecado anda en pena, otros que fueron dos madres que se pelearon y se lanzaron maldiciones, o el espíritu de una mujer que fue mala hija, o simplemente se trata de espíritus errantes que deambulan en el llano.

Relato de David Gamboa Ramírez (Bola de fuego):

Relata David Gamboa Ramírez, que, una noche teñida de oscuro, viajaba por las sabanas de Arauca, rumbo al Hato Valbuena. De repente ve una bola de fuego que alumbraba y se apagaba, sin darse cuenta lo apartó de la ruta, quedó desorientado y perdido; lo atajó un alambrado en la Saya y pudo orientarse al amanecer.

Narración de Carlos Rodil. (Bola de fuego):

Salió Carlos Rodil a cachicamiá por las sabanas de chaparral montado en un buey y los compañeros en burros. La noche estaba clara, lo que les permitió ver que del norte venía la Bola de Fuego con un andar violento y un zumbido recio; asustados rezaban y mientras lo hacían más se acercaba la Bola de Fuego, pasando por debajo de la cabeza del buey. El animal tiró las patas de adelante para aprisionarla pero no lo logró y la Bola de Fuego siguió sin detenerse.

La Leyenda de la Sayona

Otro de los espantos muy nombrados es la famosa Sayona. Los abuelos contaban la historia y la gente salía viendo visiones pues los pelos se ponían de punta.
La Sayona se muestra como una mujer delgada, muy elegante, alta; dicen que puede medir tres metros, larga cabellera y unas uñas como pa`rascar dormidos.
Acostumbra a presentarse a los hombres enamorados y que le son infieles a su esposa. La gente en común la considera como un símbolo castigador de la mala conducta de deslices amorosos.

Según relata uno de los abuelos, la historia va más o menos así: “resulta que yo estaba ajuntao con la abuela pero tenía amores con una muchacha que vivía como a una hora de camino y yo me volaba tarde de la noche a visitarla. Ya llegando al sitio de la cita vi la mujer y le dije: venga mi amor, ella me voltió a mirar y tenía unos dientes como un hacha y se me pegó a abrazarme, yo caí privado al suelo; ya aclarando el día me desperté y corrí pa`mi casa, me dijo la mujer: ¿por qué vienes tan asustao? Le dije: mijita, fue que salí a orinar al patio y vi una mujer muy alta. Mi mujer me dijo: mire mijo, esa es la Sayona, ella le sale a los infieles, yo me doy cuenta que usted se me vuela todas las noches y no es a orinar como usted me está diciendo; me le arrodillé y le pedí que me perdonara y de ahí en adelante me acuesto temprano como las gallinas”.

Otras versiones señalan que la intención de ésta ánima en pena es atraer a los hombres con dirección al cementerio, sin dejarse ver la cara, pero cuando ellos le ven el rostro, comprueban que es una calavera. Esta leyenda data de la época colonial y en los Llanos Orientales se oye comentar insistentemente de esta dama de la oscuridad.

Narración de José de Jesús Morales (La Sayona):

El llanero araucano José de Jesús Morales, folclorista afamado, músico, bailarín de joropos, artista criollo de la vieja guardia, relata con naturalidad el episodio de La Sayona:

“Joaquin Mirabal, trabajaba de obrero en las haciendas de Pío Carrillo y Simón Salinas, localizadas en la Vereda Clarinetero. Mirabal salía los sábados al pueblo a derrochar el pago de la semana; transitaba por la calle del Terraplen y, al llegar al Puente Córdoba, se le presenta una mujer elegante, de cabellos largos que le caían hasta la corva. Se le acerca y le pregunta –a dónde se dirige– le responde que para la posada; le pide la acompañe.

Mirabal acepta la invitación, dialogan y le propone que hagan el amor; habían caminado más de una cuadra, doblan por la calle donde queda hoy el Almacén Libertador, se tropieza Mirabal y trastabilla, al levantarse, ve que la mujer se ha vuelto de cuatro metros de alta, colmillos de cuarenta centímetros y al instante queda privado. Amaneció más abajo del aeropuerto. (Episodio sucedido en 1940).

La Sayona o Mancarita en las Montañas de San Camilo:

Cuenta José Ángel Arana, llanero araucano, maestro artesano de la más alta calidad, que en las montañas de San Camilo, al regresar dos cagones de ganado, duermen en la selva en una de las jornadas sobre una troja múltiple a orilla del camino. A la media noche oyen el grito de una mujer a lo lejos de la montaña; uno de los cagones contesta los gritos, mientras que el otro compañero le dice que se calle. Cuando se dan cuenta, una mujer se encuentra debajo de la troja; el que le respondió los gritos la invita a subir a la troja y ella acepta sin pronunciar palabra. La Mancarita le echa mano al cuello y empieza a comérselo. El que dormía en la troja de abajo siente que le caen unas gotas, agarra los macundales y sale barajustado. Al amanecer la Mancarita lo alcanza antes de salir a la sabana destapada y al verlo le grita: “se salvó por la punta del cabresto”. Llevaba por fuera de la maleta, y en la punta, la cruz con el nudo del cachicamo, la contra los espíritus malignos.

Leyenda de La Llorona

La Llorona es un espanto de los más tradicionales en los llanos. La leyenda relata la historia de una mujer que mató a su hijo porque lloraba mucho; la razón del llanto del niño no era otra cosa sino una enfermedad que le aquejaba. Entonces, al suceder este hecho criminal el marido le echó una maldición diciendo que sería condenada a andar por todo nuestro llano con el hijo a cuestas y llorando su destino, de allí que la mujer atribulada por el pecado cometido y angustiada por la condena, se suicidó, pero quedó su alma en pena y desandando por todos los rincones del llano.

La presencia de este espanto se detecta por espeluznantes llantos que generalmente se oyen en épocas de Semana Santa, sobre todo donde hay niños llorando. La creencia dice que no es conveniente rezarle porque si no, no se aleja; las generaciones antiguas aseguran haberla escuchado, hablan de este espíritu andariego como algo común.

Se ha dicho que muchas personas solían oírla con frecuencia en los caseríos, cementerios y lugares solitarios, siempre en horas de la noche, casi nunca aparece visible a los humanos. El comentario de la gente es que cuando los perros aúllan en la oscuridad de la noche es porque La Llorona anda rodando.

El Silbador o Silbón

En los llanos venezolanos se conoce como Silbón y la narrativa dice que es un hombre alto y delgado que mide como seis metros. La descripción que presentan quienes lo han visto y escuchado es la de un hombre desproporcionado, muy alto, que camina sobresaliendo por encima de la copa de los árboles emitiendo un silbido espeluzante y lleva un costal lleno de huesos que hace sonar como una matraca de Semana Santa.

La leyenda dice que el Silbón es el ánima en pena de un hijo que mató al papá y le comió la asadura (o sea el hígado, el corazón y el bofe).

En los Llanos Orientales de Colombia se conoce como El Silbador. Se dice que es el espanto sin rumbo de un alma en pena de un hombre parrandero y mujeriego que murió solo y abandonado y busca la compañía de alguien que cabalgue a deshoras de la noche por los senderos de la llanura. Otros dicen que persigue a las mujeres en estado de embarazo.

Este silbador emite un silbido largo y agudo que penetra por los oídos y al mismo tiempo se siente un frío intenso que congela a las personas. Hay la creencia de que cuando silba bien agudo es una mujer que se va a morir, pero si por el contrario el silbido es grueso, es un hombre o un amigo el que muere.

El Duende

Es un espíritu burlón que persigue a las mujeres, especialmente a las muchachas bonitas. Este espíritu no se deja ver sino de las mujeres a quienes persigue y se les presenta en forma de un niño que le hace toda clase de muecas y le tira con objetos pequeños y le propone amores. A las que acceden, les lleva frutas.

Al duende hay que decirle toda clase de groserías y en esa forma se retirará definitivamente. También se va si se toca música de cuerda porque se dice que así se acuerda de la música celestial, ya que los duendes pertenecen a los ángeles que se revelaron con Luzbel y que quedaron vagando por el mundo: unos sin cuerpo como los duendes, otros con cuerpo como los micos.

El Ánima Sola

Se dice que perteneció a una mujer que le negó agua a Jesucristo cuando se la pidió el día que lo llevaban a crucificar. Dios la condenó a vagar por el mundo hasta el juicio final.
Sin embargo hay muchos llaneros, especialmente mujeres, que le tienen gran fe para que les ayude en la solución de sus dificultades.

Otras Creencias o Agüeros

El tigre sabe cuando la persona siente miedo. Como el llanero camina descalzo, el tigre pone su garra sobre la huella de la persona, si al tigre le tiembla la mano es que el llanero lleva miedo y él lo sigue para cazarlo.

Cuando se mata una res y no se quiere que haya chulos sobrevolando, se le quita a la res muerta la punta de la lengua y se entierra debajo de la paleta del animal que pega en el suelo, cuando aún está maniada.

El que puñalea la res para el gasto de la casa, le toca salar la carne, pero ese día no se puede bañar el cuerpo porque puede quedar paralítico.

El cuero o piel de la res se estaca en el patio para que se “orie” y de ahí picar o sacar una soga, de donde iba la cabeza de la res que quede mirando hacia la puerta de la cocina, esto con el fin de que nunca falte la carne en la casa.

Cuando se va de noche a caballo se le hace una cruz en los cascos delanteros con la punta del cuchillo y dicen que los espantos se hacen a un lado del camino.

Cuando se va de noche en canoa y la distancia es larga, se pone lo que llamamos vela, para que la embarcación se impulse y se le canta a San Telmo y así corra bastante brisa.

Para que la pesca dé resultado, se echan al fogón las tripas del animal y la manteca hasta que se quemen y se le dice a San Rafael: gracias por el pescado, porque es el Patrón de los pescadores.

El llanero con sólo ver el sol sabe qué hora es, y así no haya sol tiene medido el tiempo por instinto de naturaleza.

El llanero sabe a distancia qué producto dio la vaca, es decir, si es hembra o macho lo que parió, la hembra va por detrás de la mama y el macho jugueteando por el lado.

El llanero antiguo conserva sus agüeros, costumbres y creencias, es así que tiene oraciones propias:

Para el toro bravo se le reza a San Marcos.

Para ligar a un caballo para que no corcovié, hay una oración secreta a San Carmelo.

Para ahuyentar a las culebras, tan pronto se levanta del chinchorro, se le reza una Oración a San Pablo y así si llegare a tropezar con una culebra no intentara morderlo.

El ganado se reza según los colores de la piel, se hace una cruz, puede ser a un metro de distancia y a las ocho horas se van cayendo los gusanos y el animal se cura completamente.

También se reza la sabana para que el ganado no se enferme de fiebre, peste loca o renguera.

Para el dolor de muela, se pesca una raya, se le quita la puya que lleva en la cola, se suelta vivo el animal al agua, y la puya se mete en una caja de fósforos y cada vez que se tiene el dolor se inca la muela y el dolor desaparece.

Para los dolores de cintura el amansador de caballos utiliza un cabresto tejido de cabello de mujer y se lo amarra a la cintura por debajo del pantalón, lo mismo la guaya o tripa del temblador, se diseca la tripa y queda lista para utilizarla.

El llanero sabe si el verano es largo o corto; basta con tocar un rejo, si está suave, el invierno es próximo o por el contrario se acentúa.

Se conoce si la res es gorda o flaca mirando la huella, pues la res gorda sienta bien los mamones de los cascos en el terreno mojado, en cambio la flaca no.

Se sabe cuantos partos ha tenido una vaca, pues por cada cría se le forma un anillo alrededor del cacho.

A los caballos se le conocen los años por las arrugas en la trompa y el colmillo.

Cuando la india está recién parida, el indio se enferma, le da fiebre y se acuesta con la cría, la india se va a trabajar y únicamente viene a amamantarlo. El indio dice: estoy parío.

Enterrando un coporo o bocachico en la punta de la playa, la ribazón se detiene y el pescado grande se encharca, se dice que hay gente que tiene la contra para que la subienda continúe.

En el llano, cuando los marranos se barajustan y corcovean es porque pronto lloverá.

Cuando el fogón brama estando los tizones prendidos, es porque va a llegar visita.

Cuando se le caen los cubiertos, si es la cuchara, es una mujer la que va a venir, si es el tenedor, es un hombre; si es el cuchillo, es la suegra.

Cuando la lechuza canta cerca de la casa de uno, es mal agüero.

Por el lado derecho de los caballos monta el diablo.

Orinar en las brasas hace que el niño no se orine de noche.

A los gallos se les da ají para que se pongan bravos.

A los perros se les da solamente carne, para que sean bravos.

Se acostumbra a echar una gallina con huevos rociados con agua bendita, calculando que nazcan por la Semana Santa. A estos gallos se les llama “pasioneros” y la casa donde los hay, estará libre de acechanzas, de hechizos y de mala suerte.

Para tener buena suerte en el juego se acostumbra matar en Semana Santa un gato negro y sacar todos los huesos y enterrarlos en el cruce de dos caminos, ojalá bien transitados. Al cabo de un año se desentierra y en un caldero se tuestan y los residuos se echan en una bolsita de cuero hecho con la piel de un sapo. Esta bolsita se lleva cada vez que se va a jugar dinero o a hacer un negocio.

Se acostumbra a coger una culebra cascabel y quitarle los cascabeles, dejándola viva y cruzar siete ríos. Los cascabeles sonarán en el momento en que se debe apostar todo el dinero o sumas importantes porque es el momento de la suerte.

Se cree que la ubre de las vacas se daña cuando se deja derramar la leche en las topias calientes.

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