Boyacá

Mitos y Leyendas de Boyacá

El estudio de los mitos es importante en el folclor, la ciencia del saber popular y de la civilización tradicional. Ellos reflejan la concepción del ultramundo, del mundo y de la vida, de una civilización tradicional que ha sido transmitida oralmente durante muchos siglos y cuyos orígenes se pierden en el tiempo, pero cuya vigencia y realidad presenta permanencias y supervivencias.

El folclor investiga los mitos y creencias que han penetrado profundamente en el alma popular y que hacen parte del saber del pueblo; ellos se manifiestan como vigencias que permanecen por tradición en el tiempo y que son del dominio de las masas populares, transmitiéndose de generación en generación.

Su estudio nos lleva al conocimiento de las manifestaciones espirituales más autenticas de la cultura popular tradicional. Unos mitos son teogónicos porque relatan el origen y las historia de los dioses; otros son cosmogónicos porque explican la creación del mundo; otros son etiológicos porque explican el origen de los seres y de las cosas; otros son escatológicos porque buscan explicar el futuro de los pueblos y el fin del mundo; otros son morales y se manifiesten como una lucha constante entre el bien y el mal; otros son antropogónicos, relativos a la aparición del hombre.

Son las leyendas el testimonio pasado y futuro de los temores, miedos, fantasías, creencias y formas de vida del hombre quien interactúa con su entorno para crearlos. Son los mitos y las leyendas un campo, una selva inextricable en cuyas marañas se pierden hasta los propios dioses.

Furatena, Reina del País de los Muzos

Bochica

O Nemqueteba, el dios civilizador chibcha, representado en un anciano de cabellera blanca y lenguas barbas que llevaba un bordón de macana en mano y adornos de una cruz. Bochica enseño a los chibchas a hilar, tejer mantas, pintar las telas, elaborar la cerámica y predicó los preceptos morales, sociales y políticos. Gámeza fue el primer pueblo chibcha que brindó hospitalidad a Bochica. Después de su obra de predicación y enseñanzas útiles al pueblo chibcha, Bochica desapareció en Iza, después de haberse establecido en Sogamoso, que desde entonces se convirtió en la ciudad sagrada de los chibchas, quienes anualmente hacían sus fiestas para celebrar la venida de Bochica.

El Pozo de Donato

Se dice que es un pozo sin fondo en el que los indígenas lanzaron todo su oro a la llegada de los que buscaban el tesoro de El Dorado. Los españoles “encontraron el sobrino del Zaque Michúa, el señor Quimuinchatoca fuertemente protegido; él mismo formaba custodiadas sus habitaciones por servidores que se paseaban por lo largo del resplandeciente cercado, ya que los numerosos cintillos de oro vibraban y daban visos con los rayos el sol. Ricamente vestido y adornado se encontraba el soberano: su estatua elevada, contextura atlética y desagradable rostro le imprimían carácter”.

“¿Dónde ocultáis el oro y las piedras esmeralda? El Zaque mostrabase impasible ante las insistentes preguntas, lo que apresuraba la contrariedad de los extranjeros, quienes cada minuto se rodeaban más, confiados en sus espada y soldados que montaban guardia en diferentes sitios. Mientras dentro del poblado con la complicidad de la noche, fardos y petacas eran pasados de mano en mano y arrojados al pozo, que según la leyenda precolombina, se formo con parte de la chicha que salió de olla en aquella discusión entre Faravita y Noncetá.

La fábula referente al riquísimo pozo fue tomando fuerza, despertando la codicia de un señor Donato, de origen europeo, quien recurrió tanto a maquinaria como a trabajadores para el desagüe del laguito, sin hallar el tesoro; trabajos estériles en el piso deleznable de este nacimiento de agua. Ahí continua el pozo con sus misterios, su sonrisa de monalisa y sus esbeltos juncales. “Cayó el pozo al de Donato” se dice en Tunja cuando algún valor es dado en calidad de préstamo, pero sin obtener su devolución. Se dice también que desde el fondo, si es que lo tiene, parte un inmenso lingote, que pasa por los predios de la universidad (la UPTC), se dirige por la rotonda con su figura de piedra recordatoria de Aquiminzaque y su amada Uliam, sube por el sector de Maldonado y el puente de San Francisco, ensanchase en la Plaza de Bolívar y termina en la catedral de San Santiago”.

Pestañas y cejas del sol

El Cucacuy

Para que el sol abrevie su jornada y llegue pronto al ocaso, a la espera de la noche para dormir y no trabajar más, los indígenas los miran y soplan aprisa, y así le arrancan pestañas y cejas, con lo cual creen que se va rápido. Este mismo ritmo lo aplican a los aguaceros y tempestades, “imaginando que con soplos de su aire han de resolver las aguas y detener los vientos”.

Se presenta como un hombre fabuloso que sale desnudo por las noches a calentarse en las parrillas. Lleva siempre en la mano un largo bordón en cuya extremidad prende de un calabazo que encierra varios demonios. Silva de un modo especial en la uña del pulgar, para que tal efecto se deje crecer; las gentes creen que se trata de un varón no bautizado y que tiene pacto con el diablo.

Pájaro Caxin

Cuando un cometa arde en el cielo, es un pájaro que toma esa forma, el cual es invadido por Auxizuc llamado Caxin (matador con macana). Éste va al cielo porque el cometa se enoja y viene a hacerles la guerra a los hombres, tomando por instrumento medianero del castigo aquella ave que viene a destruir y secar las sementeras, y que aquel Caxin trae orden de matar con la macana muchos Panches. Los rayos de la cola o cabeza del cometa son plumas y pelos de pájaro. Para calmar su furia ayunan quince días, al término de los cuales arman en sus labranzas unas redes de hilo para enredar y cazar el cometa, y para hacer con él lo que de ellos él quería hacer.

El perro de San Francisco

Según Ocampo se trata del espanto del perro de piedra que existía en el antiguo convento de San Francisco, el cual pasó posteriormente al batallón Bolívar. Este perro era de gran tamaño y se presentaba sentado, mirando hacia el muro oriental. Dentro de los habitantes de Tunja había la creencia de que a altas horas de la noche el animal aullaba, arrastraba cadenas, lanzaba ladridos terribles, que junto con sus ojos de fuego aterrorizaba a la gente que se desplazaba a esas horas por el lugar.

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